El ornitólogo de campo necesita salir a la terraza de su apartamento 2º A para escudriñar los cielos y descubrir e identificar aves. El fumador empedernido necesita salir a la terraza de su apartamento 1º A para encender un cigarrillo ya que su esposa no le permite fumar en el interior de la casa. A veces el ornitólogo de campo, cuando está en su terraza, coincide con el fumador empedernido cuando está en la suya produciéndose, entonces, una situación incómoda para ambos ya que este último sabe que los ascendentes humos molestan a su vecino pero la necesidad de fumar es tan poderosa que no puede reintegrarse al salón ya que su esposa sigue plantada ante el televisor y, en el caso del ornitólogo, no puede reintegrarse a su cuarto de estudio si en aquel momento está identificando una rara especie voladora. Hay que decir que el fumador empedernido fue torero, después comercial de una conocida firma de pinturas y, en la actualidad, jubilado, mientras que el ornitólogo de campo es, además de ello, poeta activo. Pocas veces se han visto, apenas salen a la calle y, si han de hacerlo, y para evitar engorrosos saludos, abren con cuidado la puerta de sus apartamentos para comprobar con atención si otras personas están, en este momento, transitando por la escalera. En una ocasión sí coincidieron en el portal de entrada de la casa y hay que decir que la cortesía brilló al más alto nivel en cuanto a ceder el paso y, también, que a continuación surgió un breve pero fluido intercambio de opiniones sobre política y artes marciales que merecería figurar en el libro de estilo de algunas embajadas. Este lunes el ornitólogo descubrió la esquina de un folio escrito a máquina asomada bajo la puerta de su piso. Lo extrajo y lo leyó. El fumador empedernido proponía un arreglo para convertir las dos importantes actividades, la suya y la de su vecino, en algo absolutamente placentero. Proponía permutar los pisos. Los humos ascienden, está claro, pero al emitirse desde el piso de arriba no iban a molestar al oteador de aves si este se instalaba en el piso de abajo. Dado que las viviendas eran idénticas sólo los muebles podían constituir un problema, mas sugería olvidarse de ellos. El fumador y su esposa sólo necesitaban el sofá y el televisor. El poeta, su mesa con el ordenador y algunos libros. Lo demás −camas, cocina, baños− resultaba inoperante y, sobre todo, perfectamente intercambiable. Así se hizo. Hoy desarrollan sus actividades a las mil maravillas y aunque procuran evitarlos, no les resultan tan incómodos los encuentros fortuitos.
© Texto: Francisco Ferrer Lerín
© Fotografías: Fran Ferrer
Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) vive en Jaca, donde ha sido ornitólogo del Centro Pirenaico de Biología Experimental. Ha publicado los libros de poesía Fámulo (Tusquets, 2009; Premio de la Crítica), Ciudad propia. Poesía autorizada (Artemisa, 2006), Cónsul (Península, 1987), La hora oval (Ocnos, 1971) y De las condiciones humanas (Trimer, 1964), y próximamente Tusquets publicará Hiela sangre. Su obra narrativa comprende la novela Níquel (Mira, 2005), ampliada y revisada en Familias como la mía (Tusquets, 2011), y las prosas de El bestiario de Ferrer Lerín (Galaxia Gutenberg, 2007), Papur (Eclipsados, 2008) y Gingival (Menoscuarto, 2012). Ha sido traductor de Gustave Flaubert, Paul Claudel, Jacques Monod y Eugenio Montale.
entretenido,
ResponderEliminarsaludos
Me parece una idea estupenda y estoy disfrutando esta tarde con tus escritorios. ¡Es un lugar tan personal!
ResponderEliminarOriginal descripción el de esta entrada.
He buscado el tuyo en la lista y no lo he encontrado.No sería mala idea saber dónde escribes.
Saludos
Gracias, masletrasarte.
ResponderEliminarY a ti también, Isabel. Ahora los protagonistas son los autores. Mi "escritorio" aparecerá también: al final del proyecto. Un abrazo