viernes, 30 de marzo de 2012

Angélica Liddell






Dependo tanto, tanto de los acontecimientos, de los encuentros, del azar y del misterio que el escritorio muchas veces acaba siendo mi cuerpo. Un escritorio necesita horario. En cambio un cuerpo solo necesita la vida. Escribir significa organizar la catástrofe. Cualquier hotel sirve para ser catástrofe y organizar la catástrofe, todo al mismo tiempo. Muchos textos dependen de las experiencias que acompañan a esas habitaciones. Sin esas habitaciones, hay textos que jamás hubieran existido, incluso obras enteras. Venecia, por ejemplo.

Tal vez la vida en los hoteles ha transformado mi manera de escribir. No lo sé. Lo provisional... No lo sé.


























© Texto y fotografías: Angélica Liddell


Angélica Liddell (Figueres, Girona, 1966), narradora, poeta, actriz, autora y directora teatral, es una de las creadoras más importantes de la escena contemporánea española. La violencia y el poder, el sexo y la muerte, la locura, los mitos antiguos y modernos son algunos de los temas obsesivos de su escritura. En 1993 fundó con Gumersindo Puche la compañía Atra Bilis. Ha escrito y dirigido, entre otras, El mono que aprieta los testículos de Passolini (2010), Te haré invencible con mi derrota (2009), La casa de la fuerza (2009),  Venecia (2009), Anfaegtelse (2008), Desobediencias: yo no soy bonita (2008), Perro muerto en tintorería: los fuertes (2007), Mi relación con la comida (2006), El año de Ricardo (2005), Y como no se pudrió: Blancanieves (2005), Y los peces salieron a combatir contra los hombres (2003), Hysterica passio (2003), El matrimonio Palavrakis (2001), La falsa suicida (2000), Suicidio de amor por un difunto desconocido (1996) y La Dolorosa (1993).    

3 comentarios:

  1. no he llegado a este post sino al de Miguel Ángel Muñoz y no desde su blog sino desde el blogroll de Simón el estili(s)ta pero sin duda este es el post que me hace más ilusión encontrar. me parece un proyecto muy bonito, lo seguiré atenta.

    un beso,
    Gemma

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  2. Sabía que tarde o temprano lo encontrarías, Gemma. Un beso

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