Las dos celdas
Mi escritorio en realidad se llama «tiempo». Sólo me siento a escribir si tengo dos o tres horas de soledad y tranquilidad por delante; el lugar donde lo haga me importa poco mientras me permita el aislamiento: no puedo concentrarme con gente a mi alrededor y me desazona la idea de que alguien pueda asomarse por encima de mi hombro a curiosear (le oí decir a Antonio Pereira que él nunca trabajaba de espaldas a una puerta y yo le entiendo perfectamente). Las dos mesas sobre las que más he escrito están en mi casa de Madrid y en la de mis abuelos en Villandiego (un pueblo de la provincia de Burgos, en la comarca de los páramos). Casi todas mis novelas las he empezado en el primer lugar y las he terminado en el último. La imagen corresponde a la habitación madrileña, casi imposible de fotografiar: es tan pequeña que no permite ningún ángulo cómodo para abarcar toda la mesa que, además, está frente a una ventana, por lo que el contraluz estropea todas las fotos. Así, para tomar la imagen he tenido que salir al pasillo y ocultar la ventana con la puerta, por lo que al final he adoptado la perspectiva del curioso que tanto temo: la de quien, ajeno, se asoma a mis espaldas (ay, sí, a despecho de lo afirmado antes, escribo de espaldas a la puerta…). En la foto apenas se puede apreciar la mesa, que es sencilla, larga y estrecha, casi como las que utilizan los empapeladores de paredes (mi padre lo era –además de pintor y escayolista– y tenía una así en Burgos, plegable y portátil, con la que salía a trabajar y que, en Navidades, nos servía para colocar el belén). Al ver esta foto de mi cuarto he pensado en una celda monástica barroca, con esa decoración tan abigarrada de estampitas, que –en mi caso– son postales y sellos de cartas de mis amigos: todo lo que está fijado en las paredes o en la puerta ha viajado por el mundo y lo he recogido en mi buzón. El crucifijo que preside el cuarto procede de Villandiego, de la habitación donde dormía de niño, y me ha acompañado en las casas en las que he vivido desde que me independicé. Está rodeado de retratos: de mi novio, de amigos, de escritores y artistas que admiro (Mozart, Isherwood, Tagore, Pushkin, Dostoievski, Roberto Rossellini, Juan Ramón Jiménez, Gómez de la Serna, Eduardo de Filippo, Chéjov…). Es un retablo caprichoso, debido al azar del correo, pero todos son santos de mi devoción y les rezo laica y devotamente.
Mi habitación en Villandiego también parece una celda, pero en este caso cisterciense o cartujana: nada decora sus paredes, todo es sobrio y esencial, como el propio paisaje que rodea la casa.
Óscar Esquivias nació en Burgos en 1972. En Ediciones del Viento ha publicado dos libros de cuentos: La marca de Creta (Premio Setenil, 2008) y El chico de las flores (2010). Fundó y dirigió Calamar, revista de creación (1999-2002). Es autor también de las novelas Jerjes conquista el mar (Ediciones del Viento, 2009), Huye de mí, rubio (Edelvives, 2002), El suelo bendito (Algaida, 2000), la trilogía formada por Inquietud en el Paraíso (Ediciones del Viento, 2005), La ciudad del Gran Rey (2006) y Viene la noche (2007) y la serie de novelas de aventuras El signo de los valientes, de la que Edelvives ha publicado sus dos primeras entregas: Mi hermano Étienne (2007) y Étienne el traidor (2008). Con el fotógrafo Asís G. Ayerbe ha editado varios libros ilustrados, como Secretos xxs (Los Duelistas, 2008) y La ciudad de plata (El Pasaje de las Letras, 2008).
Josá María Merino, Roland Barthes y Óscar Esquivias son mis tres escritores preferidos. Luego van Care Santos, León Tolstoi, Marcial La Fuente Estefanía y José Luis Vigil. ¡ Ah ! me olvidaba de Julio Viernes ( ji,ji, ji )
ResponderEliminarResulta muy curioso el contraste de tus dos lugares de trabajo. Es cono si gozaras de una doble personalidad. Una, la de eremita, gestada en Villandiego y, otra, la de traidor, gestada a caballo entre ambos escritorios; lo digo por Etienne, naturalmente. A este personaje fascinante le conviene el viaje entre ambos lugares de trabajo. La traición se da con más frecuencia entre desplazanientos. ¡ Enhorabuena por esta idea tan genial, Oscar !
ResponderEliminarSi para publicar un comentario es necesario pasar una siniestra aprobación ( ¿ de quién ? ), parece que lo único que se va a publicar son los que le chupen bien la polla a este profesional de...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con lo de la aprobación, es decir, que me parece innecesaria. Aunque a ti no te vendría nada mal moderar tus modales. Te guste o no te guste Óscar lo mínimo que merece es un total respeto.Por cierto, la idea de subir los escritorios, te agrade o no, a mi me parece estupenda. ¡ Enhorabuena, Óscar !
EliminarEstoy entusiasmado con esta genial idea de los escritorios. Te deseo toda suerte de parabienes, Óscar
ResponderEliminarLo importante no son los escritorios, sino que se escribe. Aunque no me parece mal que escritores tan reconocidos por crítica y público hagais publica vuestra privacidad. Hay mucho hijo de puta suelto que piensa que estaís forraos de pasta. ¡ Que buen ejemplo para los jovenes vuestros modestos escritorios ! Enhorabuena, Óscar,por esta idea tuya tan genial de los escritorios ! Leyendo tu ya amplia obra lo paso divinamente. Por favor, sigue escribiendo.
ResponderEliminarLos dos escritorios son estupendos, cada uno en su estilo. La idea me parece estimulante. ¡ Va bene !
ResponderEliminarA mí tampoco me gusta tener que filtrar comentarios. De hecho, nunca ha sido así en este blog, que pretende ser un sitio civilizado, donde no se insulte a nadie. Gracias por vuestros comentarios. Jesús.
ResponderEliminarCaigo por aqui de casualidad. Lo confieso. Andaba buscando un escritorio de segunda mano para mi casa y he dado con este blog. No conozco a este escritor, pero la idea me parece estupenda. Prometo leerte Óscar.Un saludo.
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