miércoles, 25 de abril de 2012

Raúl Brasca






Mis espacios de escritura

Hago mil cosas además de escribir, cosas que nada tienen que ver con la literatura. Soy ingeniero, trabajo en una fábrica de tintas, he pasado los años creando fórmulas, ajustando colores, dando clases y soltando mi imaginación frente a una hoja de papel. De todo podría prescindir, menos de la escritura. Pero no es fácil pasar de los negocios de este mundo al mundo de la creación que, por fortuna, es otro. Por eso mis espacios de escritura tienen algo de guarida y también de nido, son el resguardo de la intemperie cotidiana propicios a la recuperación de la belleza en la que alguna vez viví por entero, a la reflexión lenta y rigurosa, a la liberación de un loco interno sumamente frágil que me cuido muy bien de soltar cuando soy el otro. La primera condición es la soledad: mi estudio pequeño en perpetuo desorden, forrado de bibliotecas atiborradas, el ordenador en el centro y una ventana que da al tejado y, mucho más allá, al río que no se ve pero sé que está allí. También los cafés, unas veces tranquilos y otras ruidosos. En ambos es posible la íntima soledad. Si son ruidosos, el ruido debe ser mucho e indiferenciado y tienen que contar con un televisor que no se oiga. Pido un café y lo bebo despacio mientras sigo en la pantalla los movimientos y los gestos de los personajes, me distraigo tratando de adivinar la historia y juego a inventarles las palabras. Así, poco a poco, el otro se aleja y surge el que escribe. Una palabra llama a otra y, si tengo suerte, alguna de ellas me provoca o alude a algo remoto que me impresionó mucho sin que en el momento me diera cuenta. Entonces se produce la idea de una microficción, cambio la pantalla por la hoja de papel, tomo la lapicera y comienza la ceremonia.






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© Fotografía: Andrés Neumann

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Raúl Brasca (Buenos Aires, 1948) ha publicado los libros de cuentos Últimos juegos (Páginas de Espuma, 2005) y Las aguas madres (Sudamericana, 1994), y los microrrelatos de A buen entendedor (Cuadernos del Vigía, 2010) y Todo tiempo futuro fue peor (Thule, 2004), además de otros quince volúmenes entre compilaciones propias y de otros autores (algunas en colaboración con Luis Chitarroni). Su obra ficcional y ensayística ha sido publicada en antologías, revistas y suplementos literarios de Argentina, Alemania, Brasil, España, Inglaterra, México, Portugal, Serbia, EE UU y Venezuela. Es colaborador de ADN, revista de cultura del diario La Nación. Desde hace cuatro años dirige la Jornada Ferial de Microficción en la Feria del Libro de Buenos Aires.


7 comentarios:

  1. Brasca/Neuman/Buenos Aires, qué buen trío. Abrazos.

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  2. No es Neuman, sino Neumann, Andrés (fotógrafo), curiosísimamente homófono. Pero igual forman un trío excelente. Abrazos, Fernando.

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  3. Pues, perdón, y a Neumann lo que es de Neumann..., pero me extraña que nuestro Neuman, hombre orquesta, no haya hecho también esa foto en Buenos Aires, no sé, me resisto a creerlo. Abrazos para todos, Brasca, los Neumam(n) y Jesús.

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  4. Abrazos a Fernando, Jesús y el Neuman granadino. Haríamos un sexteto excelente con Buenos Aires y el Neumann bonaerense. Se imaginan, los cinco alrededor de la parrilla. El Neuman granadino puede atestiguar que hago buenos asados.

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  5. Y yo también puedo atestiguarlo, Raúl, pues los he probado tanto en tu propia casa como en la de Gabriela Espinosa, en la Patagonia argentina, junto al lago Moquehue. Y todavía no los he olvidado... Abrazos.

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  6. Me apunto al próximo asado, por supuesto.

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  7. Aceptado, ya estoy criando la vaca.

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