Siempre un libro entre las manos. En cada jaula de cristal. Ascensores, autobuses, vagones de metro... Observando con atención y a la vez ocultándose. Cuando de pronto un día una de las manos se puso a escribir. ¿Qué buscaba? ¿Qué busca? Decir en un susurro de tinta lo que no puede decir con los labios, lo que tal vez no se pueda decir en voz alta. Y busca también el silencio, ese silencio que no se rompe con la ronca de un gamo en celo, con el frotamiento de un asta contra la corteza de una encina o el graznido de un cuervo entre los penachos del trigo salvaje, ese silencio que crece con los rumores y las estampidas del bosque. Y la luz, porque suele escribir cuando hay mucha, muchísima luz, aunque en tinieblas o en la oscuridad palpa a su alrededor, buscando papel. Y una mesa como el cielo, una superficie transparente que vibre con cada golondrina que cruza el espacio, con cada nube que poco a poco se hincha, con las ráfagas de viento que rizan el aire y se llevan todo lo demás. Alza los ojos, deja de escribir, de leer, y ahí están. El vencejo, el cúmulo y el surco blanco que va abriendo un avión. Y esconderse detrás de sí misma. Detrás de las páginas. Siempre un libro entre las manos, muda.
© Texto y fotografía: Berta Vias Mahou
BertaVias Mahou (Madrid, 1961), licenciada en Geografía e Historia, ha publicado las
novelas Leo en la cama (Espasa, 1999), Los pozos de la nieve (Acantilado, 2008)
y Venían a buscarlo a él (Acantilado, 2010; Premio Dulce Chacón de
Narrativa 2011), el libro de relatos Ladera norte (Acantilado, 2001), un ensayo
sobre La imagen de la mujer en la literatura (Anaya, 2000) y tres novelas juveniles. Ha traducido a
autores como Goethe, Zweig, Schnitzler, Joseph Roth, Gertrud Kolmar y Ödön von
Horváth.
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