Diría que mi escritorio es el cruce de dos libros, El palacio de los sueños, de Ismaíl Kadaré, y Ciudad de cristal, de Paul Auster. La unión es, por otra parte, azarosa. No obstante, de esa simbiosis nació la forma de referirme a este lugar. La habitación donde se encuentra, la forma de encajarse entre estanterías, la luz filtrada desde fuera, hacen que ese espacio sea un palacio de cristal. Así me gusta nombrarlo. En realidad, no es más que una proyección de la propia escritura: un lugar protegido y, sin embargo, expuesto. Sitiado y a la vez abierto. Trasparente e impenetrable. Semejante al patio interior que veo por la ventana. Es, como él, un paisaje cercado, aunque se pueda acceder saltando una pequeña tapia.
Nunca me he comprado un escritorio. Todos han sido material sobrante. Y, aunque los haya hecho míos con el tiempo, siempre he tenido la sensación de que eran muebles prestados. Éste también lo es. Quizás no sea más que un recordatorio: todo lo que salga de él será, en cierta forma, una construcción prestada.
Si soy sincero, no sabría decir qué guardo en sus cajones. Desearía tener la capacidad, y la paciencia, de Georges Perec e inventariar todas y cada una de las cosas que tengo a mi alcance. Gafas mal graduadas, folletos de algún viaje, facturas, planos, tarjetas, contratos de alquiler, cargadores de móviles, estuches, boquillas para un clarinete en desuso. Piezas desgastadas que uno conserva con la torpe intención de transformarlos, algún día, en material de escritura. Sobre el escritorio, un portátil recién comprado. Como fondo de pantalla, un dibujo que representa a un conocido escritor, sujetando en el aire las teclas de una máquina de escribir. Una advertencia de que el universo puede reducirse a un sinfín de combinaciones y que el origen de cada poema o de cada relato es, simplemente, el resultado de un amasijo de letras. Le acompaña un flexo plateado, unos altavoces, una hoja en donde apunto proyectos inmediatos que, en el momento de fijarlos, dejan de llevarse a cabo. Fruto de la necesidad, hay también un cenicero y un estuche con tabaco. A su lado hay casi siempre un vaso (café o vino, normalmente). A mi derecha, un pequeño bloque de libros. Aquellos sobre los que escribo. En ocasiones se apilan buenas obras. Ahora mismo, por ejemplo.
Por último, varios puntos de referencia. Fotografías y una postal. Las primeras son imágenes donde aparezco con pocos años, en algunas fuentes de Montjuïc. Fotografías que reflejan diferentes estados de ánimo: desconfianza, alegría, serenidad. La postal pertenece a una película de Truffaut, Jules et Jim. Tres personajes corren sonrientes por una pasarela. Las vallas metálicas les protegen de caer al vacío. Avanzan a trompicones, escapando de algo o de alguien que, en realidad, no les persigue. Amenazados y al mismo tiempo cargados de optimismo. Como este, como cualquier escritorio.
© Texto y fotografía: Álex Chico
Álex Chico (Plasencia, 1980) es licenciado en Filología Hispánica y DEA
en Literatura Española. Es autor de tres libros de poemas: Un lugar para nadie (de la luna libros, de próxima aparición), Dimensión de la frontera (La Isla de
Siltolá, 2011) y La tristeza del eco
(Editora Regional de Extremadura, 2008), además de las plaquettes Escritura (Editora Regional, 2010), Nuevo alzado de la ruina (Vebo Blues Ediciones, 2005) y Las esquinas del mar (Vitolas del
Anaïs, 2004). Sus poemas han sido recogidos en varias publicaciones y antologías.
Ha ejercido la crítica literaria en diversos medios, como Ínsula, Revista de Letras
o Versión Original. Codirige la revista
de humanidades Kafka. Está preparando
su tesis doctoral sobre la obra de José Antonio Gabriel y Galán, y ejerce como
profesor de lengua y literatura en un instituto de El Prat (Barcelona). Mantiene
el blog Isla de Elca.
Está claro que este escritorio es, aunque prestado, un soporte para fijar en el tiempo y en el espacio, la perturbadora inestabilidad de la escritura.
ResponderEliminarHola Jesús, perdón por colarme aquí y romper la sacra alquimia que se respira en estos rincones. Te he buscado en goo... y he pensado que esta era la forma más directa de entrar en contacto contigo. Sigo por estos cerros, he puesto en marcha un taller de escritura con alumnas y alumnos con inquietudes creativas y me he acordado de ti, tengo varias ideas y me gustaría comentarlas. Espero noticias. Que tengas, mañana, un buen día y, por supuesto, un buen año... más. Un beso. Mjoleiva
ResponderEliminarEn palacio de cristal no entran moscas, decía mi abuela....
ResponderEliminarFeliz Navidad
Quedas perdonada, María José. Un saludo (y gracias) a Antonio Tello, y a Maritoñi: a ver si nos vemos.
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