lunes, 23 de enero de 2012

Guillermo Busutil





La isla

El lugar en el que uno escribe es un estado. De ánimo, de salirse del tiempo, de ocupar la cabeza con imágenes a las que darles cuerpo y alma. Esto explica que haya escritores que afirmen trabajar bien en un tren o en un hotel. Pero lo mejor es hacerlo en un espacio estable donde poder aislarse.

Así llamo a mi lugar de trabajo: la isla. El mar se escucha muy cerca y estoy rodeado de literatura por todas partes. En ella me siento un experto navegante y náufrago que debe escoger y fabricar los materiales necesarios para la historia que convertirá en barco. Encima del ordenador hay una colección de brújulas para el viaje; una sirena que me recuerda la peligrosa belleza de las tentaciones. Mi isla también es una geografía personal. En las estanterías, donde los libros están ordenados por géneros y buenos diccionarios me guardan las espaldas, hay objetos que son fauna, sargazos, árboles, lagos, acantilados, amaneceres y ocasos. Pero sobre todo son los adjetivos y verbos de las emociones que fui y que soy. Juguetes, piedras de ciudades, la felicidad descorchada en ocasiones especiales, fotografías, tarros con lápices de museos y de hoteles, un micrófono de radio... Cada objeto, que ha traído a mi isla la marea de la vida, es un fantasma (imprescindibles para escribir) o una ventana (fundamental para asomarse más allá). Todos me ayudan a reencontrarme con la memoria y a desafiar a la imaginación. También me acompaña un trío viernes de jazz. Aunque cada nueva historia exige una canción (nunca falta la música en mis relatos ni en mi lenguaje), el jazz es la atmósfera donde es fácil encontrarme.

En mi isla escribo entre dos tiempos. El de la primera hora de la mañana, ideal para corregir y escoger rumbos en los que arriesgarse a explorar. El de la noche, más favorable a una abstracción concentrada, a que el silencio te hable por dentro, a que las palabras se dejen conquistar y desnudar, lejos de sus ruidos y apariencias. Empiezo a escribir en un cuaderno moleskine, dibujando las letras, como si creciera la hierba bajo mis dedos. Soy más consciente del peso, de la luz y de la sombra de cada palabra. Todas están muy usadas, pero si las desenvuelvo a mano encuentro nuevos vértigos y cabos. A veces me levanto, paseo en corto por la isla, busco que ningún libro me devuelva el reflejo de lo que estoy escribiendo, leo, consulto mis notas de bitácora y planeo el calado, las derivas, los nudos, los abordajes de la historia frente a los posibles arrecifes y derrotas. Si todo me convence, lo llevo al ordenador y continuo la singladura frente a la pantalla.

En mi isla no hay niebla, dolor, angustia, miedos ni volcanes. Salir de ella es fácil. No es que sea una isla en la que la literatura está Fitzgerald. Lo que hay es buen clima; la compañía de excelentes libros; ecos de muchas lecturas; experiencia curtida y tatuada por el esfuerzo, las equivocaciones y los éxitos; un cierto desorden ordenado; mapas y sextantes que me hacen ambicionar nuevos horizontes. Y por delante, mucha literatura a mar abierto.






© Guillermo Busutil
© Fotografía: Pepa Babot


Guillermo Busutil (Granada, 1961) ha publicado los libros de relatos Vidas prometidas (Tropo, 2011), Moleskine (Fundación Málaga, 2009), Nada sabe tan bien como la boca del verano (EDA, 2005), Drugstore (Páginas de Espuma, 2003), Marrón Glacé (Ateneo de Málaga, 1999), Individuos S.A. (Arguval, 1999), Confesiones de un criminal (1988) y Los laberintos invisibles (Autor-Editor 55, 1986). Forma parte de antologías como Pequeñas Resistencias, Macondo boca arriba, Lo que cuentan los cuentos, Cuentos al Sur, Relato Español Actual, Narrativa Española Contemporánea, Cuentos policíacos: Tinta y Pólvora, y Brèves. Anthologie nouvelles d´Espagne, entre otras. Desde 2007 dirige la revista Mercurio de la Fundación José Manuel Lara.


2 comentarios:

  1. Jesús, me encanta este proyecto con el nos llevas a las "guaridas" de los escritores y su visión sobre la escritura.
    Enhora buena!! Además de en el blog, espero verlo publicado.

    Abrazos
    Loli Pérez

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    1. Gracias, Loli.

      Acaba de empezar, pero tiene buena pinta. ¡Veremos! Un abrazo

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