[Por las noches] Federico no se dormía. Abría su balcón, echaba la persiana y se ponía a escribir, según él hasta que entraba la luz; cerraba el balcón y entonces se dormía. Dormía sin duda profundamente, pues en casa no se guardaba ningún silencio. [...]
Teníamos un gramófono y Federico ponía muchos discos de música clásica --sobre todo de Bach y Mozart--, y de cante jondo. Aún conservo los discos de Manuel Torre, la Niña de los Peines y, más que de ella, los discos de su hermano Tomás Pavón. Aquello de "te tienes que quedar / con el deo señalando, / como se quedó San Juan" casi nos producía malestar de tanto oírlo. Hay que decir que si él no pedía silencio, nosotros también sufríamos su insistencia en oír una y otra vez la misma música.
Yo entraba en su cuarto cuando él salía a leer lo que había escrito. Siempre me producía sorpresa y admiración, y él entraba y me preguntaba: "¿Te gusta?", y yo contestaba: "Sí, pero no sé por qué", y él me decía: "Basta y sobra, como te puede gustar un cuadro, una música, un paisaje". Abría mucho sus penetrantes ojos y se quedaba muy serio. [...]
Federico se encerraba en su cuarto largas horas, pero aparecía al menor reclamo. No se perdía visita...
[ Isabel García Lorca, Recuerdos míos, Barcelona, Tusquets, 2002 ]
© Fotografía: José Antonio Ortega
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