lunes, 5 de noviembre de 2012

Gonzalo Hidalgo Bayal








Como la palabra vino en principio llena de connotaciones, envuelta en filigranas y policromía, circunscrita tal vez a los gabinetes en que la ociosa y distinguida aristocracia femenina de las novelas decimonónicas escribía cartas románticas y perfumadas, nunca se me había ocurrido pensar que paso muchas horas en la biblioteca compartiendo escritorio (siempre usamos en casa la palabra ‘biblioteca’: ni ‘estudio’ ni ‘escritorio’ figuran en el vocabulario doméstico). Tal vez por eso, por haber confundido espacio y mueble, siempre he antepuesto la plenitud de las paredes y de las estanterías a las sucesivas mesas, claras, sencillas y funcionales, o incluso, como ahora, administrativas, despojadas de todo atributo solemne y carentes de cualquier intensidad poética, sobre las que he ido leyendo y escribiendo, a veces vorazmente, a veces con sensata indolencia, como si la sustancia estuviera en la lectura y escribir fuera un trámite contiguo o una diligencia formularia. Puede que en toda estética visual de la escritura sobreactúe siempre el énfasis. De ahí que, por llevar la contraria, por añoranza o por costumbre, tampoco me importe acogerme en invierno al abrigo de una mesa camilla y a un mirador que ilumina la luz de Santa Bárbara y sacude en ocasiones con estridencia el viento del Valle. Si cabe trasladar la austeridad de la vida retirada a las tareas de la escritura (al fin y al cabo, una forma apacible de rutina y ascetismo), bien podría decir que «a mí una pobrecilla / mesa de amable paz bien abastada / me basta», donde tanto más importante que la mesa, el mueble, el escritorio riguroso y referente, son la amable paz y el buen abastecimiento, dejando, eso sí, que el abastecimiento, en consonancia con la métrica tradicional, se acoja a las livianas modalidades del hipérbaton y a los escorzos de un encabalgamiento no demasiado abrupto.








© Texto y fotografía: Gonzalo Hidalgo Bayal



Gonzalo Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat, Cáceres, 1950) es licenciado en filología románica y en ciencias de la imagen por la Universidad Complutense de Madrid, y ha enseñado literatura en un instituto de Plasencia. Entre sus publicaciones destacan el poemario  Certidumbre de invierno (Editora Regional de Extremadura, 1986), las novelas El espíritu áspero (Tusquets, 2009; Premio Qwerty), Paradoja del interventor (Del Oeste Ediciones, 2004; Tusquets, 2006), Amad a la dama (Llibros del Pexe, 2002), El cerco oblicuo (Calambur, 1993) y Mísera fue, señora, la osadía (Diputación de Badajoz, 1988), la novela corta Campo de amapolas blancas (Editora Regional de Extremadura, 1997; Tusquets, 2008), los libros de cuentos Conversación (Tusquets, 2011; Premio NH), Un artista del billar (Alcancía, 2004) y La princesa y la muerte (Editora Regional de Extremadura, 2001), y los ensayos recogidos en El desierto de Takla Makán (Editora Regional de Extremadura, 2007), Equidistancias (Del Oeste Ediciones, 1997) y Camino de Jotán. La razón narrativa de Ferlosio (Del Oeste Ediciones, 1994). 


2 comentarios:

  1. Hola, Jesús, enhorabuena por tu magnífico proyecto. Te dejo la entrada que he dedicado a tu blog. Espero que te guste:

    http://despuesdelhipopotamo.com/2012/11/06/la-celda-del-escritor/

    Un cordial saludo

    ResponderEliminar
  2. Hola, Joaquín. Es estupenda, muchas gracias. Va un abrazo.

    ResponderEliminar