martes, 21 de mayo de 2013

Mauricio Wiesenthal








Un escritorio que parece un carromato de gitano


Decía Dostoievski que los seres vivos acabamos adoptando el estilo del espacio en que nos movemos. Por eso intenté moverme siempre en lugares donde hubiese mucho Renacimiento, porque las perspectivas estéticas desarrollan la visión humanista. Y el barroco es también importante porque los ángeles sólo se aparecen donde hay formas que vuelan. La cultura es una transfiguración sutil y aérea de la naturaleza. Detesto profundamente el moderno minimalismo nórdico que me parece una forma pesada y desagradable del nudismo. 

Como no he sido rico (ni he querido serlo) me ha gustado mucho escribir tomando café en el Ritz, pasear por palacios y viajar en los grandes trasatlánticos. Luego copiaba el escenario en mi pequeña habitación para sentirme a gusto. Me fabriqué incluso un teatrillo de cartón con unas columnatas que copié en un palacio florentino, para mirar a través de ese decorado renacentista la plaza donde ahora vivo. El desastre del urbanismo moderno se transfiguraba cuando lo contemplaba a través de este visor mágico. Por la noche, ya no hay problemas. Las obras de los ayuntamientos modernos ganan mucho con la oscuridad. 

Hoy no tengo propiedad (es hermoso no poder tener lo que uno no quiere) y vivo de alquiler. Me enamoro sólo de cosas muy buenas. Y, para no poder comprar algo, elijo siempre lo mejor.

He vivido en buhardillas, cerca del cielo; porque Dios es el vecino que me parece más silencioso y educado. De joven me gustaba ver amanecer sobre los tejados de París o de Roma cuando los títeres de mi cuento aún no querían irse a dormir. Ahora me levanto muy temprano y me gusta escuchar a los pájaros. Pero ya no miro por la ventana, porque -en cuanto entro en oración- me encuentro feliz en mi claustro, entre mis autógrafos, mis cuadros y mis libros. Fui creando mi habitación ideal como un carromato de gitanos... Así me hago la ilusión de que camino de mis Ínsulas Extrañas mañana no estaré aquí. Cada día necesito menos espacio de mundo y anhelo más dimensión de vida. Comprendo con alegría y ternura con complicidad que la Naturaleza es sólo un tránsito hacia el Espíritu. Alguna paloma se posa cada mañana en mi ventana, mientras escribo. Y, en los levantes de la aurora, le rezo al alma para que se quite ese disfraz que, conmigo, ya no necesita... Siempre le he pedido a Dios que me dé un minuto más de amor que de razón... Todo alcanza sentido cuando deja de tener explicación. 









© Texto y fotografía: Mauricio Wiesenthal


Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943) ha publicado, entre muchos otros títulos, las novelas Luz de vísperas (Edhasa, 2008), El esnobismo de las golondrinas (Edhasa, 2007), Libro de réquiems (Edhasa, 2004) y El testamento de Nobel (Hymsa, 1985); los ensayos El viejo león: Tolstoi, un retrato literario (Edhasa, 2010); y las misceláneas de Siguiendo mi camino (Acantilado, 2013). Reputado enólogo, es profesor del Centro Cultural del Vino de Barcelona, y autor de textos de referencia como el Gran diccionario del vino (Edhasa, 2011) y La cata de vinos (Alba, 2005).

3 comentarios:

  1. Muy interesante el texto.
    Estoy plenamente de acuerdo con eso que dice: "Cada día necesito menos espacio de mundo y anhelo más dimensión de vida", a medida que pasa la vida eso nos pasa a todos, creo.
    Un gusto haber encontrado este blog.

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  2. Bellísimo texto.

    Rafael

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  3. estoy leyendo el ùltimo libro de M W y me parece una persona asombrosa gracias por vuestro blog Juan Viejo

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