jueves, 1 de agosto de 2013

Felipe Benítez Reyes








Esto es, más que el escritorio, el parapeto del escritorio. 

Cuando construí la casa en la que vivo, planifiqué un estudio con grandes ventanales, con 30 metros cuadrados de superficie. Venía yo de un estudio previo de apenas 10 metros cuadrados, con una ventana que daba a un patio de luces, y se ve que me puse estupendo.

Los ventanales los tengo siempre cerrados, porque me he dado cuenta de que no puedo escribir con luz natural. (Con respecto a esta posible patología, me tranquilizó un poco el hecho de visitar una vez el estudio del psiquiatra Carlos Castilla del Pino, en su casa de Castro del Río, y reconocerme que a él le pasaba lo mismo: ventanas cerradas durante el día y luz eléctrica. Aparte de eso, su cuarto de trabajo apenas tendría 6 metros cuadrados, en una casa de varios miles.) 

De los 30 metros cuadrados de superficie que tiene mi sitio de trabajo me sobran más de la mitad, y de ahí el parapeto: una escenografía para acortar perspectivas, para disimular el vacío. 

Y ya luego, por supuesto, y manías al margen, lo que salga de allí.







© Texto y fotografías: Felipe Benítez Reyes






Felipe Benítez Reyes (Rota, Cádiz, 1960) ha publicado, entre otros, las novelas Mercado de espejismos (Destino, 2007; Premio Nadal), El pensamiento de los monstruos (Tusquets, 2002) y El novio del mundo (Tusquets, 1998), los libros de relatos Cada cual y lo extraño (Destino, 2013), Oficios estelares (Destino, 2009) y Maneras de perder (Tusquets, 1997), los libros de poesía Las identidades (Visor, 2013), Las respuestas retóricas (Isla de Siltolá, 2011), Trama de niebla (Visor, 2003; recopilación de sus libros Paraíso manuscrito, Los vanos mundos, Pruebas de autor, La mala compañía, Sombras particulares, El equipaje abierto y Escaparate de venenos) y Vidas improbables (Visor, 1996; Premio Nacional de Poesía; Premio de la Crítica) o los artículos y ensayos recogidos en Papel de envoltorio (Renacimiento, 2001) y El ocaso y el oriente (Arguval, 2000).